De salida en la Plaza Mayor éramos tres, Alberto, Juan y Jandro. Así pues salimos dispuestos a hacer el recorrido que estaba previsto a pesar de que pensábamos que, o bien la niebla en dirección sur o la nieve en la zona alta de la Cepeda, podían impedirnos seguir el guión marcado. En el caso de la niebla, nos acompañó durante unos kilómetros, desde Nistal hasta Posadilla, a partir de entonces el sol fue nuestro compañero durante el resto de la mañana, y bien que se agradecía porque la temperatura era muy baja, tres grados y medio bajo cero marcaba el termómetro de la farmacia de Veguellina al paso por la localidad del Órbigo.
Al llegar a Quintanilla del Monte, la nieve ya empezó a hacer acto de presencia y los campos teñidos de blanco comenzaron a hacerse más visibles. Poco a poco y a medida que íbamos ganando altitud el paisaje nevado comenzó a ganar vistosidad, alcanzando su versión más preciosa en la subida a San Feliz de las Lavanderas. Un paso estrecho en la carretera jalonado por montoneras de nieve a ambos lados de la calzada, ganando terreno al asfalto y con una luminosidad espectacular gracias al sol que se reflejaba con fuerza sobre el manto blanco. Una vez en San Feliz de las Lavanderas, la salida del pueblo fue algo más complicada, ya que en ambas salidas había unas gruesas capas de hielo que nos obligaron a echar pie a tierra y llegar hasta la carretera con la bici de la mano y haciendo malabares para mantener el equilibrio.
1 comentario:
Bonita crónica y preciosa mañana.
Para repetir pero con un poco de menos frio.
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